Algunas pocas y misteriosas veces, paseando su serena eternidad entre jardines terrenales y vergeles edénicos, Dios se apiada de algún afortunado mortal que encuentra a su paso, de su humana curiosidad por el celestial reino, y decide mostrarle en vida el Paraíso en medio de este mundo caótico e imperfecto, que al instante se torna entonces en una enorme sonrisa de niña tierna, iluminándolo todo para siempre.
miércoles, 4 de marzo de 2009
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