"... cada cual se defiende como se lo permite su voluntad y como puede de sus cotidianos y mansísimos o domésticos sacrilegios... "
("La cruz de San Andrés", Camilo José Cela)
Nadie peca igual que el vecino, aunque el pecado se llame igual. Los pecados son siempre enteramente propios: son fantasmas personales e intransferibles a los que permitimos perseguirnos con mal disimulada complacencia. Más allá de las creencias, todos sentimos algún incómodo pecadillo carcomiéndonos la conciencia, por muy atea que ésta sea: son sacrilegios íntimos que no necesitan religión alguna. Sacrilegios sin fe.
jueves, 19 de febrero de 2009
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