martes, 31 de marzo de 2009

saber


"El saber es poder, cree Néstor, pero sólo si jamás llega a utilizarse."

("Pequeñas infamias", Carmen Posadas)


La sabiduría es a la vez un privilegio, una ventaja y una carga difícil de llevar. El conocimiento es, en efecto, un poder y, como todo poder, conlleva responsabilidad. Pero esta responsabilidad no es sólo hacia los demás, como se nos suele hacer creer, apelando hábilmente a una suerte de tácito código gregario de solidaridad para el beneficio colectivo. No. La primera responsabilidad que conlleva responde, principalmente, a la elemental obligación que cada uno de nosotros tiene consigo mismo, enfrentando el asunto desde la necesaria, innegable dosis de egoísmo que todo ser necesita para sobrevivir en su medio.

La magnitud de su poder termina, como el de cualquier otra arma, en cuanto se ha utilizado.

Dice una frase, cuyo autor desconozco, que todos "somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras". Saber algo implica conocer el "cómo", el "cuándo", el "dónde", el "qué", el "porqué"... Pero esta preciosa información, debidamente aprendida y aprehendida con mayor o menor esfuerzo, como toda propiedad, ve decrecer dramáticamente su valor en cuanto se reparte entre muchas personas.

Obtener algo tan valioso suele ser difícil, conservarlo cuesta mucho. Callarlo es el precio.







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